Buenos días por la mañana seguidores y seguidores de
este blog, o simples visitantes esporádicos.
Si estáis leyendo esto solo puede ser que os
interese el tema o que os gusta como escribo (probablemente lo primero).
Hoy voy a hablaros de la medicación administrada por
vía intravenosa. Para que quede claro, la vía intravenosa es la madre de todas
las vías, a la que todo el mundo teme, a pesar de no ser la más dolorosa. ¿Por qué?
Todo el que teme las agujas odia cualquier tipo de
pinchazo, pero la vía intravenosa es la única que incluye la sangrrrrreeee. El
miedo a la sangre. Mucha gente se desmaya con la visión de este líquido rojizo,
aunque solo sea una gotita de nada.
Sin embargo, el uso de este método es
imprescindible. Permite obtener una respuesta rápida del organismo,
especialmente interesante en caso de urgencias médicas.
También es muy
importante si el paciente está con el estómago revuelto, ya que en caso de
vomitarlo todo, el efecto de cualquier medicamento que hubiera ingerido vía
oral se vería anulado. Además permite tener un control mayor del paciente, ya
que las pastillas no puedes estar seguro de que se las ha tomado, o si las va a
vomitar después, pero lo que le inyectas, ahí se quedará.
Está claro que las ventajas son obvias pero, ¿y las
desventajas? A rasgos generales, se trata de un método invasivo. Si es por
medio de un catéter periférico, aún no hay que pinchar muchas veces, pero si
hay que pinchar de cada vez solo para administrar algo intravenoso, nunca o
casi nunca se hace. De hecho, cuando vas a urgencias te ponen una vía para
hacerte el análisis por si tienes algo que requiera hospitalización, para no
hacer un segundo pinchazo.
De la realización no os hablaré porque ya se ha
dicho material y procedimientos en “técnicas vampíricas” y en “la vía venosa periférica”, asique si queréis visitad esas
entradas y si no, ¡pasad un buen día!
¡Hasta mañana!
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